Desde Mallorca, o desde su bicicleta en su incansable viaje vitícola, os presento a Marc Lecha. Un colaborador en la sombra que por fin se destapa y nos hace llegar la luz del Mediterráneo con su interesante pensamiento. No os perdáis su blog.
Si plou pel costat de Felanitx…
…aquí no caurà ni una gota (Si llueve por el lado de Felanitx, aquí no caerá ni una gota). Fue la respuesta de Miquel, dueño del bar donde suelo almorzar entre semana, a mi afirmación, más que interrogación: Plourà fort avui! (¡Lloverá fuerte hoy!).
Yo había entrado en el bar apresuradamente, tapándome la cara de la ventolera que levantaba el polvo acumulado de todo el verano lanzándolo directamente hacia mis ojos y boca. Durante la mañana el sol y las nubes iban jugueteando pero ahora el ambiente había ensombrecido descaradamente. El cielo, de un gris oscuro amenazante. Las nubes, ahora si, daban sensación de peso a punto de reventar. El aire se había cargado de humedad y tensión. Si me hubieran preguntado, en ese momento, habría apostado todo a un tormentón de septiembre.
A las dos horas el sol campaba a sus anchas, como si la amenaza nunca hubiera existido, sólo quedaba un vientecillo suave y fresco. Ni una gota cayó ese día en Campos (¡menos mal no aposté nada!). Me acordé de las palabras de Miquel y me acordé también de las palabras de Pitu, un paisano jubilado y con boina del pueblo donde veraneo, fallecido cuando yo era jovencito, que por entonces se sacaba un dinerillo arreglando los caminos y podando los setos de algunos vecinos: Si el cel ennegreix a Santa Bàrbara, plourà a Sant Feliu (Si el cielo ennegrece en Santa Bárbara, lloverá en Sant Feliu). Santa Bárbara es una pequeña ermita en lo alto de una loma, sobre Fonseca, una fuente seca, situada al noroeste del pueblo, Sant Feliu. Él advertía, a todo aquel que quisiera escuchar, de donde solía llegar el agua. Desde entonces, siempre que oscurece el cielo por Santa Bárbara y Fonseca, empiezo a guardar los cachivaches que están por el jardín.
Esto trata de como, de forma colectiva, hemos perdido esa capacidad de observar nuestro entorno, de interpretar las señales de la naturaleza, del cielo y los animales, para anticiparnos a los fenómenos. En estas dos pequeñas anécdotas se resume la desconnexión entre los que hemos nacido en una sociedad ya alejada de la naturaleza (sólo la conocemos, en mayor o menor medida, como un lugar de recreo) y los que todavía guardan esa transmisión generacional de conocimiento basado en la pura y simple observación del mundo desde un punto fijo, junto con grandes dosis de sentido común. Las cosas no tienen otro secreto, no hay magia ni grandes elocubraciones en este tipo de sentencias, sólo una paciente y constante observación. Tener el tiempo de observar y volver a observar y de nuevo observar las cosas más sencillas. Que son las más importantes. No hay más misterio que la sucesión de las generaciones y del ciclo del tiempo el que ha hecho que Miquel pueda decir que cuando la lluvia viene por Felanitx, en Campos podemos estar seguros que no va a llover.
Pensémoslo un segundo: una sucesión interminable de generaciones de observadores que se proyectan a través del tiempo regalándonos una weltanschauung extremadamente concisa y pragmática. Porque, no perdamos esto de vista: de saber si iba a llover o no dependían un sinfín de decisiones que condicionarían la economía del hogar. Por eso esa necesidad de anticipación. ¿No es maravilloso? Ni el mismo Popper podría aplicar su falsacionismo aquí, aunque se lo propusiera. Aunque los tiempos de alta velocidad que vivimos nos alejan de todo esto. Decía Thoreau que diez millas a la redonda de nuestro hogar es distancia más que suficiente para explorar durante toda una vida. Y aunque no lo dijera exactamente así (su prosa en este fragmento preciso contiene una gran dosis de poesía) era esto. Fabulosa dualidad: una escala humana del horizonte y una inmensa escala temporal. Exactamente lo contrario de lo que sucede hoy en día: ampliamos horizontes pero perdemos detalles.
Ahora que se acerca el II Congreso sobre Viticultura en la Granja Cando es un buen momento para repensar y resituarnos. Ya sea en la mera observación de nuestro alrededor o en las bases y principios de la biodinámica. Sería bueno que la despojáramos de algunos misticismos y aparentes pócimas secretas: al final todo es cuestión de ver y escuchar. A los que somos de ciudad muchas cosas de estas nos pueden sonar a cuento chino, pero lo cierto es que tantas generaciones de observadores atentos no pueden estar equivocadas, de ninguna manera. Y me permitiréis una nueva anécdota. Mi abuela, nacida en un pueblo perdido del Pirineo aragonés, con muy poca escuela en su vida, ahora ya casi centenaria, me respondió un día a algo que charlaba sobre el vino y la biodinámica y un poco de esto y aquello: «claro, mi hermano José sabía que no podía remover el estiércol en tal luna, porque se le estropeaba a los pocos días”. Tan sencillo como esto. A observar y escuchar.
Marc
marc.lecha.adan@gmail.com
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